¿QUÉ ES LA ORACIÓN?
Por Denis Aguilar Urbina
TEXTO
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión,
con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz
de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus
pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses
4:6-7)
La
oración es buscar su presencia. Orar es hablar con Dios. Es mantener comunión
íntima con Dios. Podemos decirle cualquier cosa: lo que vivimos, nuestras
preocupaciones, lo que hemos logrado, en lo que necesitamos su ayuda, incluso
platicarle nuestro día tal y como lo haríamos con la gente a la que le tenemos
confianza y le queremos. La oración es un dirigirse a Dios para alabarlo,
adorarlo, agradecerle, reconocerlo y pedirle cosas que sean para nuestro bien.
La
oración es nuestra línea directa con el cielo. ¡La oración es un proceso de
comunicación que nos permite hablar con Dios!
La oración es una ordenanza de Dios para uso tanto
público como privado: más aun, es una ordenanza que pone a los que tienen el
espíritu de súplica en estrecha relación con El; y es asimismo de efectos tan
notables que alcanza de Dios grandes cosas, tanto para una persona que ora como
para aquellos por quienes ora. Abre, por así decirlo, el corazón de Dios, y por
medio de ella, el alma, aun estando vacía, se llena. Por la oración, el
cristiano puede, también, abrir su corazón a Dios como lo haría con un amigo, y
obtener de Él un renovado testimonio de Su amistad. Muchas palabras podrían
emplear aquí para hacer distinción entre la oración pública y, privada; como
también entre la del corazón y la de los labios (Juan Bunyan, el peregrino)
El impacto y alcance de la oración prevalece.
Así lo reflejan grandes personajes. Abraham Lincoln, uno del
mejor presidente de Estados. Dijo acerca de la oración: “Muchas veces me he
puesto de rodillas con la abrumadora convicción de no tener ningún otro sitio a
dónde acudir. Mi propia sabiduría y la de los que me rodean parecían
insuficientes para el día".
Carlos
Spurgion el príncipe de los predicadores decía al respecto: “Mientras más
familiazado estéis con el atrio del cielo; desempeñareis mejor vuestra misión Celestial.
Las oraciones que hagáis serán vuestros auxiliares más eficaces mientras los
discursos estén sobre el yunque todavía. La oración suministra una palanca para
levantar verdades pesadas. Usad la oración como un taladro y fuentes de agua
viva saltaran de las entrañas de la palabra. Los hombres más santos han hecho
siempre de la oración la parte más importante de la preparación para el
pulpito. Así como descendieron lenguas
de fuego sobre los apóstoles al estar ellos sentados orando y vigilando; así también
bajaran sobre vosotros… Es un hecho innegable que el secreto de todo buen
éxito…estriba en nuestra constancia, en acercarnos al trono de la misericordia.
No vayáis a ministrar en el templo, hasta que os hayáis purificado en el
lavacro. No penséis en llevar un mensaje de gracia a los demás, antes de haber
visto al Dios de la gracia vosotros mismos; y de haber recibido la palabra de
sus labios”.
No
deberíamos ministrar a otros Si no hemos pasado tiempo en comunión con Dios y
recibiendo del único que ordena la unción para todo ministerio.
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